El hombre que no tenía suerte

El otro día tuve la suerte de poder disfrutar de las historias de Tim Bowley, un famoso cuentacuentos británico que vino a mi EOI. Hacía tiempo que no asistía a una sesión de cuentacuentos ( que me encantan) y quería compartir con vosotros la historia que más me gustó:


EL HOMBRE QUE NO TENÍA SUERTE

Había una vez un hombre que no tenía suerte.
Un buen día decidió salir a buscar a Dios para preguntarle por qué no tenía suerte. Y allá se fue en busca de Dios. Caminó y caminó hasta llegar a un río en cuya orilla estaba sentado un lobo debilucho y delgado, que cuando vio llegar al hombre le dijo:

– Hombre, ¿a dónde vas?.

- ¿Yo?.- contestó el hombre.- Voy en busca de Dios para preguntarle por qué no tengo suerte.

- Hombre, pues si encuentras a Dios puedes preguntarle por qué estoy yo tan débil y delgado, y qué puedo hacer.

- Sí, si encuentro a Dios se lo preguntaré.- contestó el hombre y siguió caminado.

Caminó y caminó hasta llegar junto a un inmenso y anciano árbol que estaba claramente enfermo pues no tenía hojas. Cuando el hombre pasó por debajo el árbol dijo:

- Hombre, ¿a dónde vas?

- Bueno, voy a buscar a Dios porque necesito preguntarle por qué no tengo suerte.

- Ay, si encuentras a Dios, hombre, podrías preguntarle por qué estoy tan enfermo y qué puedo hacer.- dijo el árbol con su ronca voz.

- Si lo encuentro, se lo pregunto.- y siguió caminando.

El hombre siguió su camino hasta que llegó a una preciosa casa, rodeada de un hermoso jardín, y de la que salió una bellísima mujer.

- Hombre.- dijo suspirando.- ¿a dónde vas?

- Voy a buscar a Dios para preguntarle por qué no tengo suerte.

- Vaya, pues podrías preguntarle por qué estoy tan triste y sola y qué puedo hacer.- dijo ella.

- Por supuesto, si lo encuentro se lo preguntaré.

El hombre siguió caminando hasta que un buen día dio la vuelta a una esquina y allí estaba Dios.

- ¡Ay!- dijo el hombre- ¡Gracias a Dios que os he encontrado! Mirad Señor, he venido a buscaros porque quiero saber por qué no tengo suerte.

- Te aseguro que tienes mucha suerte- contestó Dios- y que está ahí fuera, en el mundo, esperádote. Sólo tienes que buscarla y encontrarla.

-¿Es verdad? ¡Es verdad!.- dijo el hombre con los ojos como platos.

- Te doy mi palabra de que es cierto.- contestó Dios algo ofendido de que alguien dudase de su palabra.

El hombre se puso tan contento al oír esto que estuvo a punto de salir corriendo hasta el mundo a buscar su suerte, cuando de repente se acordó de las preguntas del lobo, el árbol y la mujer. Le hizo a Dios las tres preguntas y Dios le dio una respuesta para cada una de ellas. Luego, el hombre cogió a Dios de la mano y le dijo:

- Gracias Dios, gracias.

Y echó a correr al mundo en busca de su suerte. Según iba corriendo miraba hacia un lado y el otro buscando la suerte. ¿Dónde podía estar?

En seguida llegó a una preciosa casa de la que salió una bella mujer con un vestido escotado.

- Hombre, ¿encontraste a Dios?.- preguntaste.

- ¡Oh sí!.- dijo el hombre con mucho entusiasmo.- encontré a Dios y me dijo que mi suerte está por aquí, que sólo tnego que buscarla y encontrarla.

- Ay hombre, ¿le preguntaste a Dios por qué estoy tan sola y triste y qué puedo hacer?

- ¡Ah sí! Dios me dijo que estás sola y triste porque vives sola pero si consigues un amante… ya nunca más estarás sola y triste.

La mujer se bajó el tirante del vestido y pestañeó insinuantemene. Al hablar, su voz sonaba prometedora, llena de pasión.

- Hombre, quédate a vivir conmigo en mi preciosa casa. Disfruta de mi hermoso cuerpo. ¡Sé mi amante!

El hombre se quedó boquiabierto y le temblaron las rodillas. Entonces dijo:

- ¡Me encantaría! Eres la mujer más hermosa que he visto jamás, la amante que siempre he soñado pero, no puedo detenerme. ¡Estoy buscando mi suerte! Está aquí, en algún lugar y tengo que encontrarla.

Y allá se fue el hombre buscando su suerte hasta que llegó justo al árbol.

- Hombre, ¿encontraste a Dios?

- Sí, lo encontré y ¿sabes una cosa? ¡Mi suerte está por aquí, sólo tengo que buscarla y encontrarla!

El árbol crujió lleno de esperanza y preguntó:

- Hombre, ¿le preguntaste a Dios por qué estoy tan enfermo?

- Sí, justamente Dios me dijo que estabas enfermo porque enterrado en tus raíces hay un inmenso cofre con un tesoro y si encuentras a alguien que lo desentierre ya nunca más estarás enfermo.

- Hombre, por favor, coge el tesoro.

- Oh árbol, me gustaría ayudarte pero es que no puedo deternerme, ¿entiendes? Estoy buscando mi suerte, está por aquí y tengo que ir a buscarla.

El árbol desesperado él dijo:

- Hombre, mira, tienes una pala ahí al lado. Te llevará cinco minutos. ¡Por favor, sácame el tesoro!


- Lo siento mucho árbol, tengo que seguir buscando mi suerte pero no te preocupes, ya pasará otro que te pueda ayudar.- Dijo el hombre y siguió su camino.

Llegó al río y allí estaba el lobo aún más débil y delgado que antes.

- Hombre, ¿encontraste a Dios?

- Oh sí, lo encontré y ¿sabes una cosa? Mi suerte está por aquí, sólo tengo que ir a buscarla y encontrarla.

- Hombre – susurró el lobo- ¿le preguntaste a Dios por qué estoy débil y delgado y qué puedo hacer?

- Oh sí – sijo el hombre servicial- justamente Dios me dijo que si te comes al primer tonto que pase por aquí ya nunca más estarás débil y delgado.

Y el lobo se lo comió.